Autora: Dayetsis Anabel Almeida Torres.
ORCID: 0000-0001-6219-0848
El fin de la Segunda Guerra Mundial y la posterior ruptura de la coalición antifascista condicionaron que dos modos de producción, con concepciones, intereses y objetivos contrapuestos se debatieran en el sistema internacional. A partir de ese momento, se estructuró un equilibrio o correlación de fuerzas basado en dos grandes potencias: un mundo bipolar con dos Estados hegemones y fuerzas políticas de apoyo a cada bloque. Esto determinó que el sistema internacional hasta 1990-1991 se desarrollara bajo el signo de la Guerra Fría. (Acosta & González, 2020)
Por esta razón, las relaciones políticas y de seguridad respondieron a la protección de las esferas de influencia de Estados Unidos y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Con ese objetivo, Estados Unidos creó, en abril de 1949, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Once años después, el 14 de mayo de 1955, la URSS firmó el Pacto de Varsovia, con los países socialistas del Este, que en realidad, fue un pacto militar equivalente al de la OTAN. Hasta 1985, las relaciones entre las alianzas anteriores se caracterizaron por altos niveles de confrontación, con breves periodos de distensión.
La designación de Mijaíl Gorbachov como Secretario General del PCUS en 1985 marcó un punto de inflexión en las relaciones de la URSS con la OTAN. Así, su política exterior renunció a la confrontación y realizó numerosas concesiones a la organización, o lo que es lo mismo, a Estados Unidos. Las sucesivas cumbres (Ginebra, Reyjkavik, Washington, Malta) se tradujeron en una reducción asimétrica del armamento nuclear y convencional de la URSS (Díaz, 2016). La combinación de los factores anteriores, junto a otras deficiencias internas, condujo a la desintegración de este último actor en diciembre de 1991.
Precisamente, el presente artículo tiene como objetivo: caracterizar las relaciones políticas y de seguridad entre la Federación de Rusia y la Organización del Atlántico Norte (OTAN) desde el fin de la bipolaridad (1990-1991) hasta el fin del gobierno de Boris Yeltsin en (1999).
El colapso del “Socialismo Real” significó, para la OTAN, la desaparición de su enemigo tradicional y la aparente pérdida de su razón de ser. No obstante, la organización se adaptó al nuevo contexto y sustituyó el objetivo de contención a la URSS con la “prevención de crisis humanitarias y conflictos” a escala global (OTAN, 1991). Así, la organización desbordó los marcos del Tratado de Washington y se atribuyó funciones prácticamente globales, entre ellas, la prevención de conflictos y la gestión de crisis, bajo el término espacio trasatlántico (Roque, 2014).
Por su parte, la Federación de Rusia, aunque poseía el segundo puesto mundial en ejército y arsenal de cohetes, así como la mayor fuerza armada y aérea, enfrentaba los graves problemas internos derivados del propio proceso de disolución de la URSS. A esta situación de inestabilidad, se añadieron las consecuencias derivadas de la imposición de las relaciones de mercado y de la conducción de este proceso por los países occidentales.
Así, la presencia de asesores occidentales en asuntos de la política interna rusa y la difícil situación económica y social del país determinaron una política exterior que privilegió las relaciones con Occidente. Sin embargo, al menos en el discurso oficial, Rusia no renunció a su rol como potencia. La síntesis de dicha política se expresó mediante la Doctrina Kozyrev[1] (Díaz, 2016).
No obstante, el status de gran potencia solo podía permanecer en la ideología rusa y, en última instancia, la cooperación rusa con Occidente se tradujo en subordinación a dichos países.
El sometimiento de Rusia a Estados Unidos y a las potencias europeas se demostró mediante la integración de Rusia a estructuras expansionistas de la OTAN como el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte (CCAN). Lo ratificó la visita del presidente ruso Boris Yeltsin a Estados Unidos en junio de 1992 y la firma de la Carta de Colaboración y Amistad entre este país y Rusia. En este último caso, se legitimó la presencia de asesores estadounidenses en el proceso de tránsito hacia una economía de mercado en Rusia.
Un elemento que contradijo la auto-calificación rusa como potencia y su independencia en política exterior fue su incorporación a la iniciativa de la OTAN, denominada Asociación para la Paz (APP), en 1994. La APP fue desde sus inicios un programa para la preparación de los países europeos con vistas a su posterior incorporación a la OTAN. Así lo reconoció la propia Alianza en la Declaración final de su Cumbre en Bruselas: “La participación activa en la APP jugará un papel importante en la evolución del proceso de expansión de la OTAN” (OTAN, 1994). Por tanto, con su integración a la APP, Rusia sancionó, de manera indirecta, la ampliación del bloque noratlántico (proceso que tiene como objetivo cercar a la propia Rusia); aunque con dicha acción trató de buscar una posición privilegiada en su asociación con la Alianza.
No obstante, es necesario reconocer que aún bajo estos presupuestos, la APP fue una vía para un incipiente diálogo y cooperación entre Rusia y la OTAN. En el marco de esta iniciativa, se concretó la firma de acuerdos para la cooperación conjunta entre ambos actores como el documento Áreas para la búsqueda de un diálogo amplio y potenciado, y de cooperación entre la OTAN y Rusia de 1995 y el Memorando de Entendimiento entre la OTAN y el Ministerio de Defensa Civil de la Federación Rusa de 1996 (Yaniz, 2010).
Este esquema también posibilitó la discusión de cuestiones relacionadas con la seguridad en los Balcanes, la proliferación de las armas de destrucción masiva, el planeamiento civil de emergencias y el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE).
El acercamiento inicial entre Rusia y la Alianza Noratlántica condujo, también, a la firma del Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad (AF) entre la OTAN y Rusia el 27 de mayo de 1997. Lo más relevante del AF fue la creación del Consejo Permanente Conjunto OTAN-Rusia (CPC) como mecanismo de consulta, cooperación, decisión y acción conjunta. En el siguiente fragmento puede apreciarse que el AF reconoció la intervención de la Alianza fuera de los países miembros: “La OTAN ha expandido y continuará expandiendo sus funciones políticas y llevando a cabo nuevas misiones de mantenimiento de la paz y manejo de crisis” (OTAN, & Russian Federation, 1997).
Por tanto, una vez más, Rusia sancionó, de manera indirecta, los planes expansionistas de la Alianza. La única cláusula a favor de los intereses rusos fue la no instalación ni despliegue de armas nucleares de la Alianza en el territorio de sus nuevos miembros: “Los estados miembros de la OTAN reiteran que ellos no tienen intención, ni plan ni razón para desplegar armas nucleares en el territorio de los nuevos miembros” (OTAN, & Russian Federation, 1997). No obstante, esto solo constó como una declaración de intenciones, no como una disposición jurídica vinculante.
Como parte de la estrategia expansionista de la Alianza, que el propio gobierno ruso reconoció al firmar el AF, la OTAN invitó a Polonia, Hungría y la República Checa a incorporarse a este mecanismo. Con ello, inició públicamente su primer proceso de ampliación en la posguerra fría, que se hizo efectivo en 1999.
Un punto de inflexión en las relaciones entre la Federación de Rusia y la OTAN fueron los bombardeos por la Alianza a Kosovo y otras ciudades serbias en 1999. Estos actos marcaron un hecho sin precedentes en la utilización ilegal de la fuerza por la OTAN en la década del 90. Con esta acción, la Alianza violó los principios del derecho internacional reconocidos por la Carta de las Naciones Unidas. Además, desconoció a Rusia como miembro del Grupo de Contacto para los Balcanes y demostró la inoperancia del CPC como mecanismo de diálogo y acción conjunta entre el Kremlin y el bloque noratlántico.
La OTAN escogió como blanco de sus maniobras una zona de alta importancia en la geopolítica mundial por su posición geográfica y las reservas de recursos naturales. Por tanto, es evidente que lo que en apariencia era un conflicto étnico, fue en realidad el resultado de la manipulación de las diferencias étnicas entre serbios y albano-kosovares, en función de los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Tanto así que, tres meses después de los bombardeos de la OTAN, Estados Unidos abrió en ese territorio, bajo mandato de la Alianza, la base militar de Camp Bond Steel, la más grande de este país fuera de su territorio (Iskendérov, 2013).
Ante la evidente inviabilidad de una relación de igualdad y confianza con la OTAN, Rusia comenzó a reorientar su política exterior hacia la construcción de un mundo multipolar. Esta tendencia estuvo impulsada por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Evgueni Primakov (1996-1999) y se sintetizó en la Doctrina de igual nombre (Díaz, 2016).
De esta manera, la Federación de Rusia trató de buscar otras vías para el desarrollo interno del país, que permitieran, también, asumir posiciones más independientes ante temas vitales relacionados con la seguridad en las fronteras rusas. Por tanto, sin renunciar a los vínculos con Occidente, el gobierno ruso comenzó a desarrollar las relaciones con China y los miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Lo demuestra la firma, por los presidentes Yeltsin y Jiang Zemin, de la Declaración conjunta sobre un mundo multipolar y el establecimiento de un nuevo orden internacional de abril de 1997 (Morales, 2004). Asimismo, destaca la creación del grupo “los Cinco de Shanghái” que agrupó a Rusia, China, Tayikistán, Kazajstán y Kirguistán (Espinosa, 2014). Este grupo se convirtió en el primer marco para el diálogo, la concertación y la cooperación entre Rusia y estos países ante problemas comunes como el narcotráfico y la inestabilidad en Afganistán.
Por otra parte, la posibilidad real del uso de la fuerza por la OTAN determinó un aumento de los niveles de desconfianza hacia la Alianza por parte de la Federación de Rusia. Ello condicionó también que, a pesar del rápido restablecimiento de las relaciones con la OTAN, suspendidas por el Kremlin tras el inicio de los bombardeos del bloque noratlántico a Kosovo; la Federación de Rusia comenzara a prepararse en el ámbito militar para responder a una posible agresión atlantista.
Esta fue la situación que heredó Vladimir Putin, electo como presidente de Rusia el 26 de marzo de 2000: una política de seguridad aun débil para enfrentar los intereses expansionistas de la OTAN y una difícil situación económica que frenaba el ejercicio de una política exterior más activa e independiente.
En definitiva, las relaciones políticas y de seguridad entre la OTAN y la Federación de Rusia tras el fin de la bipolaridad estuvieron caracterizadas por la cooperación. Este hecho, a su vez, lo determinó, en gran medida, la debilidad de la economía rusa que le impidió articular a Moscú una política exterior de gran potencia, así como la necesidad de ambos actores de cooperar ante problemas globales. Además, la estrategia seguida por Washington de cercar a Rusia, entre otros medios, a través de la OTAN, demostró que el país euroasiático podía amenazar la unipolaridad de Estados Unidos, en particular, en el ámbito militar.
Sin embargo, los bombardeos a Kosovo y a otras ciudades serbias, la intensificación de la retórica sobre la ampliación de la OTAN hacia el Este y la comprensión por parte del Kremlin del carácter inviable que tenía la alineación con las doctrinas de Occidente, determinaron que, a partir de 1999, las relaciones entre la Federación de Rusia y la OTAN, sin renunciar a la cooperación, empezaran a presentar altos niveles de confrontación.
Bibliografía
Díaz, A. (2016). Las relaciones políticas y de seguridad entre la Federación de Rusia y la Organización del Atlántico Norte (OTAN) durante el periodo 2012-2015. La Habana: Trabajo de Diploma. ISRI. Inédito.
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Yaniz, V. (2010). Las iniciativas de cooperación de la OTAN ante el nuevo Concepto Estratégico. Recuperado el 4 de diciembre de 2021, de http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/defensa+y+seguridad/dt4-2010
[1] Se denominó así por su promotor Andrei Kozyrev, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia (1991 y 1996).
